Toda comienza en un lugar lejano de Lima, llamado La Estancia, ahí fue donde se conocieron Eduardo Castel y Victoria Castillo cada uno con distinta personalidad. Castel es muy tímido para tema sentimental y muy generoso con la gente que realmente lo necesita de lo contrario de Victoria. Ella toma las cosas muy a la ligera y disfruta cada momento de su vida como si fuera la última. Estos adolescentes vivieron una historia totalmente diferente.
Se inició en las vacaciones de medio semestre, sus familias de cada uno les gustaban ir a La Estancia porque era uno de los pocos lugares donde se encontraba una tranquilidad sin igual. Eduardo paseaba por los alrededores del lugar, escribiendo y recordando hechos que solo a él le pasaban, como actitudes extrañas que tenía frente a las personas, donde su personalidad era totalmente distinta a la habitual. Fue exactamente en sus terrenos donde conoció a Victoria, él siempre la veía rodeado de amigos y amigas. La miraba y le suspiraba en secreto. Ella por su parte ni lo observaba siempre lo veía como un chico fuera de lo normal y eso le parecía encantador.
Ella una tarde soleada se acercó a Eduardo quien siempre solía estar solo y le preguntó el porque no tenía amigos, él lo único que hizo fue mirarla como siempre lo hacía pero lamentablemente en esos momentos no le salieron palabras de su boca. Ella por su forma de ser le seguía conversando, realmente nunca paraba de hablar y él solo la escuchaba.
Desde ese momento cada tarde fue distinta, Eduardo fluía cada vez más con Victoria. Hablaban a veces de temas superfluos o ajenos a su realidad pero siempre terminaban hablando de cosas cercanas a cada uno de ellos.
El comportamiento de Eduardo cambió en un abrir y cerrar de ojos, ni sus padres creían en el gran cambio que había dado su hijo y ni sus hermanos que muy de vez en cuando se carcajeaban de él. Para Victoria siempre le pareció el muchachito de las conversaciones hasta el atardecer.
Así fue su amistad durante todo un mes, y como todo tiene un final la historia de estos dos muchachos no tenía porque se diferente. Se despidieron como si al día siguiente se fueran a volver a encontrar. Lamentablemente las cosas no fueron así, cada uno tomó su camino. Nunca se volvieron a encontrar tanto para Eduardo como Victoria eran como ángeles en el camino de cada uno.
Se inició en las vacaciones de medio semestre, sus familias de cada uno les gustaban ir a La Estancia porque era uno de los pocos lugares donde se encontraba una tranquilidad sin igual. Eduardo paseaba por los alrededores del lugar, escribiendo y recordando hechos que solo a él le pasaban, como actitudes extrañas que tenía frente a las personas, donde su personalidad era totalmente distinta a la habitual. Fue exactamente en sus terrenos donde conoció a Victoria, él siempre la veía rodeado de amigos y amigas. La miraba y le suspiraba en secreto. Ella por su parte ni lo observaba siempre lo veía como un chico fuera de lo normal y eso le parecía encantador.
Ella una tarde soleada se acercó a Eduardo quien siempre solía estar solo y le preguntó el porque no tenía amigos, él lo único que hizo fue mirarla como siempre lo hacía pero lamentablemente en esos momentos no le salieron palabras de su boca. Ella por su forma de ser le seguía conversando, realmente nunca paraba de hablar y él solo la escuchaba.
Desde ese momento cada tarde fue distinta, Eduardo fluía cada vez más con Victoria. Hablaban a veces de temas superfluos o ajenos a su realidad pero siempre terminaban hablando de cosas cercanas a cada uno de ellos.
El comportamiento de Eduardo cambió en un abrir y cerrar de ojos, ni sus padres creían en el gran cambio que había dado su hijo y ni sus hermanos que muy de vez en cuando se carcajeaban de él. Para Victoria siempre le pareció el muchachito de las conversaciones hasta el atardecer.
Así fue su amistad durante todo un mes, y como todo tiene un final la historia de estos dos muchachos no tenía porque se diferente. Se despidieron como si al día siguiente se fueran a volver a encontrar. Lamentablemente las cosas no fueron así, cada uno tomó su camino. Nunca se volvieron a encontrar tanto para Eduardo como Victoria eran como ángeles en el camino de cada uno.
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